A pesar de que en la escuela la educación financiera brilla por su ausencia, todos tenemos una noción de cómo debemos gestionar nuestra economía doméstica. Simplificando, tenemos que tener más ingresos que gastos para llegar a fin de mes y poder ir por la vida al menos con cierta tranquilidad. Si gastas más de lo que ingresas cada mes, tienes un problema, que comienza como una deuda y puede terminar en miseria. Llegados a este punto, solamente queda una opción, recortar gastos.



En muchos hogares, los ingresos mensuales son relativamente estables, pero si te fijas los gastos son siempre variables. Unos meses se gasta menos y podemos ahorrar. Otros meses los gastos superan nuestros los ingresos y tenemos que gastar bien lo que tenemos ahorrado, usar la tarjeta de crédito o pedir un préstamo al banco. Y así vamos tirando mes a mes, pero sin llegar nunca a controlar la situación. Los problemas surgen cuando hay imprevistos que requieren un gasto considerable y no podemos asumirlo.

Bien, para evitar llegar a situaciones límite lo mejor que podemos hacer es una planificación de ingresos y gastos, poniendo especial énfasis en éstos últimos. Coge un papel y haz una lista de todos tus gastos. Apúntalo todo, incluso el paquete de tabaco o el café que haces cada mediodía en el bar de la esquina. La cuota del gimnasio, la plaza de parking, el mantenimiento del coche, la hipoteca si es que tienes una, lo que gastas en comida, en ropa y todas las facturas de servicios del hogar, etc.

Una vez tengas el listado de gastos analiza cada uno y valora si es imprescindible. Muchas veces gastamos en cosas que no necesitamos o podemos cambiarlas por otras más económicas. Se trata de identificar todos aquellos gastos para cosas que nos gustan, pero que no son necesarias para nuestra vida diaria. Todos podemos descubrir gastos superfluos que realmente no añaden mucho a nuestro bienestar.

Electricidad, comida, transporte, son gastos necesarios para vivir, pero siempre podemos encontrar la opción de ahorrar si hacemos un uso racional. Por ejemplo, podemos reducir la factura de la luz apagando lámparas siempre que salgamos de casa, ajustando el termostato y utilizando bombillas de bajo consumo. En el caso de la comida se puede ahorrar cocinando más en casa y no ir tanto de restaurante, incluso aprovechar las ofertas de los supermercados para llenar la despensa. Para tus desplazamientos usa siempre que se pueda el transporte público. Mientras que para ir de compras hazlo mejor en temporada de rebajas.

Por último tenemos esos gastos que no podemos recortar porque son fijos, pero quizás se puedan negociar. En esta categoría tenemos el alquiler de tu casa o el pago de la hipoteca, el seguro para tu coche como los de Mutua u otros préstamos bancarios. Estos conceptos hay que pagarlos sin falta porque si no se hace tendrás al final gastos adicionales de demora, intereses, etc.